martes, 16 de febrero de 2010

Asociación Ilicita VIII

...solamente un pie alcancé a poner en el barcito/parrillita de la estación, me congelé en ese instante. Asi como dudando si terminar de entrar o irme para otro lado. Esa voz que me parecía conocida, la que resultaba ser la del Infractor Habitual, parafraseando decía algo asi como:
-"si...porque yo cuando ya se que estoy de últimas por el ron, whisky o lo que sea, lo que hago es, llenarme la bañadera de agua tibia, apagar la luz, prender una velita de noche, prender un sahumerio, preferentemente de mirra o incienso, para dar a mi experiencia una mistica mas de otros tiempos, y quedarme ahi, escuchando el silencio...eso si al agua le agrego un poco de lavandina, porque sino tengo la impresión de estar rodeado de microorganismos teniendo sexo alrededor mío". Los tipos parroquianos lo escuchaban sin entender nada. Lo miraban desorientados, un poco por el pedo que tenian, por mas que fueran las cuatro de la tarde, y otro poco porque de todas maneras no entendían, no les llegaba, les parecía una pelotudez de un gil que tenía mucho tiempo libre. El único que escuchaba (mas allá de mi efimera presencia desde la puerta) con cierta comprensión de lo que decía en realidad, era el que estaba del otro lado de la barra, con pinta de ser el dueño, o de ser lo que en la jerga impropia de los barrios se autodenomina "gastronomico". Acostumbrado a escuchar historias y etilicos delirios de los transeuntes clientes que frecuentan esos pequeños reductos de distención urbana. Ese si, ese para mí que si comprendía. Acostumbrado a escuchar otro tipo de cosas tambien, pero eso no viene al caso.
Yo no se si comentar sobre sus vanalidades pequeño burguesas en ambitos que oscilaban entre lo poco amistoso y lo sencillamente inadecuado, era para el Infractor Habitual otra, una mas de sus infracciones habituales. Lo que sé con seguridad, es que opté por no entrar, salí pitando para mi caverna. Renunciando, al momento de distencion que el barcito proveía y a escuchar el final de los comentarios del Infractor Habitual. Tenía que preparar la mochila, en esos días salía para la zona de Colombia, Venezuela y Centroamerica. Lejanas tierras tropicales, donde se entremezclaban en la maleza de la selva, el mito de Gabo, ese García Marquez de Cien Años de Soledad y El Amor en los tiempos del Colera; el mito de las FARC, donde los chicos pobres recurrían cuando no les quedaba otra que meterse en el monte para que, fusil en mano de su propio destino pudieran hacerse; el mito de las recientemente desmovilizadas Autodefensas Unidas, contratadas por terratenientes y financiadas por los mas oscuros sectores del gobierno y la Oligarquía Colombiana; el mito de las bandas de narcotraficantes; el mito de Chavez y el Socialismo como excusa para perpetuarse en una pseudo democracia; no sé, el mito del Canal de Panamá, que unía dos grandes Oceanos por un hilito de agua. Eran muchos, muchisimos, los mitos que con sus propios efluvios de húmeda neblina, se mezclaban por esos lados. En pocas palabras, imaginaba unas tierras donde lo irreal se mezclara con lo irracional.
Con cierto sentimiento de culpa dejaba dando vueltas por Buenos Aires, a Ciro, a James, a los tipos cebados, a Julio el camionero violador de los antedichos, y hasta a, pese a mi reciente encuentro, al Infractor Habitual. Con la esperanza de que ellos también se tomaran unos días. No, no creo, esos duermen con los ojos abiertos, descansan cuando no descansan.
Mi mochila azul gastada, mis espaldas y mis ojos cansados, poco a poco se preparaban para otro viaje mas. Sea en el 24 o en TACA o a pura gamba, siempre hay un lugar donde ir.

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